jueves, 19 de mayo de 2011

UN FINAL PARA TODOS



Toda vida, todo momento, toda experiencia vivida tiene un final... y generalmente cuando menos te lo esperas. A veces es triste, a veces alegre... pero siempre hay un final. Y así fue, sin excepciones, pasó como tenía que pasar. Las hojas dijeron adiós al árbol, el viento se despidió de los molinos y el agua lloró al observar el rio alejarse... yo me quedé sentado observando cómo la señora del quinto gritaba intentando convencer al vecino de que la ropa de su patio no era suya y que estaba harta de recoger pinzas ajenas. Fuera del portal una sirena sonaba avisando de que un cadaver cruzaba la calle a toda prisa para poder prestar los órganos a un niño de 11 años. Todo tiene un final. La señora del quinto no convenció ni a su vecino ni a su canario amarillo (que tanto daba el coñazo durante la discursión). El cadaver llegó al hospital, pero tarde, de modo que el niño y él pudieron andar juntos por primera vez en su vida... perdón, en su muerte. Y respecto a mí, qué decir, allí me quedé observando con cierta pena la situación del barrio, en concreto del bloque de vecinos, donde me autonombré presidente ejecutivo y manager de las escaleras.


EL CONSTRUCTOR 2.0

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