jueves, 10 de febrero de 2011

UNA SALVA POR LA VIDA

Adiós. Hoy me marcho, firme y contento. Bajo el sagrado sonido de las gaitas que me marcan el camino hacia la eternidad. Es hora de encontrarme con mi Padre de los cielos, que tanto tiempo llevaba esperándome y tanto tiempo llevaba yo queriendo abrazarle. Suenan los tambores y mis ligeros pasos vuelan hacia el Señor.

Suenan los tambores y muero, como estaba escrito, para descansar por fin en el seno de la vida. ¿Qué son los años comparados con la eternidad? Como peregrinos marchamos durante nuestros días por la tierra, respirando, odiando, amando, sintiendo, muriendo. Pero sólo como hombres vivos, marchamos hacia la eternidad. Recordadlo.

Ahora que marcho, dejad que os diga que un simple susurro, es capaz de apaciguar gritos, llantos y barbarie. Esperad el momento con paciencia, y cuando llegue… no dudéis. Haced el bien, a pesar de que tengáis que sacrificaros por los demás. Aunque vuestra vida peligre, luchad siempre por las causas nobles. Porque llegará un momento en vuestra vida donde tengáis que decidir entre vivir esclavo o morir libre.

Para ello no hay mejor ayuda que la de nuestro Padre del cielo. Orad junto a Él, todo llegará. Paciencia. Él está ahí, junto a vosotros. Y nunca jamás, bajo ningún concepto, perdáis la Fe.

Tranquilos, que vuestro corazón se alegre. Sentaos en la última roca de la costa y contemplad con orgullo lo que sois; hombres libres que lucharán por la vida... y por la eternidad. No lo olvidéis.

Ahora marcho, adiós compañeros del camino.
Hola, Padre de mi corazón, himno de libertad que reclamó mi presencia, himno de libertad que me dio la vida.


EL CONSTRUCTOR

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